viernes, 18 de enero de 2013

Carlos Gardel



Sigo la obra de José Muñoz desde hace bastantes años. No me ha sido fácil conectar con ella ; mi primer encuentro con su Alack Sinner (vía Totem) me produjo cierto repelús dado que el estilo expresionista (más cercano quizá a la Nueva Objetividad alemana) que siempre ha cultivado para reflejar un universo áspero, deforme, angustioso y visualmente brutal en las colisiones de blanco y negro (con este último imponiendo su ley, en concordancia con las nada optimistas historias que ilustra) contrastaba de forma explosiva con el trazo elegante de Manara o el colorido de Moebius que descubría en esos años (por no hablar de los Raymond, Foster o Hergé que yo ya admiraba por entonces). El pobre Muñoz era "feo", "antiestético", desagradable al ojo, incluso, comparado con lo que consumía entonces. 


 Pero del mismo modo que los mundos atormentados de Munch, Grosz, Beckmann o Dix poseen una fascinación especial que no encaja en los cánones clásicos de la belleza pictórica, el reino oscuro de Muñoz terminó por seducirme, convirtiéndose en uno de los artistas cuya trayectoria he seguido fielmente desde entonces. Quizá por ello la decepción de este "Carlos Gardel", obra a la que ha dedicado los últimos años , es mayor. 



Lo fácil sería culpar al guionista Carlos Sampayo de mi desencanto, dado que este tiene más que ver con la historia que con el dibujo. Pero sería bastante injusto, creo. La relación entre Muñoz y Sampayo va más allá de la mera colaboración guionista/dibujante para convertirse en una intensa complicidad que dura ya décadas, y les ha convertido en uno de los tándems más compactos del comic universal ; y si bien no comparten labores "a cuatro manos" en plan Dupuy y Berberian, es sabido por entrevistas y declaraciones diversas que distan mucho de separar sus aportaciones en parcelas de responsabilidad estrictamente individual. 



El problema de Gardel , a mi juicio, es que abarca mucho y aprieta poco. Sus más de 100 páginas tratan de ser retrato no sólo de un ídolo de la canción (el mítico cantante de tangos) sino también de una época (los años 30), una ciudad (Buenos Aires), un clima político (fascistas, anarquistas) y una forma musical típicamente argentina (el tango). De todo hay, pero limitado a esbozos dispersos que saben a poco y rezuman superficialidad. La personalidad de Gardel, por ejemplo (personaje al que se dedica como es lógico mayor espacio) sigue siendo tan desconocida para el lector al final de la lectura como al principio : Sonriente y contemporizador, su rostro se desliza por las páginas de la obra como una máscara que no revela nada de su interior, navegando entre datos biográficos de wikipedia e insinuaciones veladas (la de su homosexualidad, por ejemplo) propias de programas del corazón. 



Quizá el dúo argentino no quería firmar una biografía al uso, lo cual no es malo, pero el resultado deja un ingrato sabor a vacío, a sucesión de estampas, anécdotas y nombres cogidos con alfileres, de personajes errantes (como el grotesco émulo del famoso cantante obsesionado con reemplazarle) que dan tumbos a la deriva sin conducirnos a ninguna parte. Una lástima, porque el dibujo de Muñoz es en esta ocasión más asequible que de costumbre . Quizá el éxito y la edad le han alejado del angst propio del exiliado deprimido por las vicisitudes de su patria bajo la dictadura. O quizá el cambio de la crítica social y la denuncia típicos de sus obras más crudas por un retorno a las raíces, al Buenos Aires de su infancia y de la juventud de sus padres, ha dulcificado su trazo. (Sin hacerle perder, eso sí, ni un ápice de la maestría gráfica que tanto ha impresionado a muchos compañeros de profesión, caso de Frank Miller). Pero el caso es que "Gardel" es un trabajo ideal para introducirse en el estilo de Muñoz de forma menos "traumática" que las últimas andanzas de Alack Sinner, por ejemplo. Sin embargo la historia no está a la altura de las circunstancias, produciendo en mi caso una indiferencia muy alejada del entusiasmo que sus trabajos mayores ("El Libro", por ejemplo) me suscitaron en el pasado. En fin, otra vez será.


ACEGE

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